jueves, 7 de julio de 2011

El dilema del primer beso

La pregunta me llegó el otro día por ‘email’ y de inmediato me sentí como si me hubiesen emboscado:
“Saludos. Soy un hombre de 43 años que poco a poco he venido entrando de nuevo a la vida de soltero después de un largo y atribulado matrimonio. Por lo tanto, me parece que estoy un poco fuera de forma, en especial en lo que al acto del primer beso se refiere. Creía, me parece que equivocadamente, que las muchachas modernas eran más receptivas en ese aspecto y que incluso a la primera cita accedían al tradicional junte de labios sin ni siquiera saber el nombre completo de uno.
Pero un par de bofetones bastante sonados me han dejado con la duda... y un par de dientes saliéndoseme de las encías. Así que le pregunto, Mr. Romeo: ¿Cuál es la clave? ¿Cómo uno puede saber cuándo puede empinar la bemba sin correr el peligro de recibir un gancho a lo Manny Pacquiao?”.
La respuesta es muy sencilla, amigo besucón: hoy en día no hay ninguna clave ni ninguna fórmula infalible, como no las ha habido nunca.

En mi larga carrera, huelga debo decir, he recibido también mi buena ración de jinquetazos a la mandíbula, pero, por fortuna -y toco madera- han sido más los besos aceptados con creces, que los repelidos a puño limpio.
Aparte de que, naturalmente, un buen beso muy bien puede compensar por cinco ganchos a la quijada, en especial si la rival carece de pegada.
Aún así, se me ocurren algunos consejos básicos que tal vez puedan ser de ayuda a los neófitos o a los clientes que, como usted, amigo que me escribe, andan necesitados de una buena sesión en el ‘bullpen’ antes de subir a la lomita de los suspiros.
1- A veces, surte efecto el estilo romántico-intelectual. Esto lo copié de una vieja película italiana con la hermosa Monica Vitti. “Cuando lleguemos a la próxima esquina, te voy a dar un beso”. La ventaja es que uno sabe que si la muchacha sigue caminando junto a uno, entonces el asunto marcha bien. Lo malo es si ella da media vuelta y emprende la retirada.
2- Un error que nunca se debe cometer es preguntar; “¿Puedo besarte?”. El abanico de respuestas posibles es demasiado amplio, y hasta puede arrasarlo a uno con su ventolera. La presunta víctima puede decir: “¿Para qué?”. O, también; “Bueno, a tu propio riesgo”. O, claro está, lo peor de todo: “¿Tú estás loco o te estás haciendo?”.
3- Cuidado con el estilo sutil: “Unos labios tan hermosos se merecen un beso”. Uno tiene que estar listo, sin embargo, para la respuesta demoledora: “Qué gracioso, eso es lo que me dice mi novio karateca a cada rato”.
4- También hay que tener mucho cuidado con el enfoque tormentoso: “Te juro que si no me besas no me verás más nunca”. Si uno tiene la suerte de que la muchacha aludida goce de buen humor, entonces ella tal vez diga: “¿De verdad? ¿Me lo puedes poner por escrito?”.
5- Claro está, si a pesar de todos los posibles impedimentos la muchacha accede a ese primer beso, el galán en ciernes no debe sobreconfiarse ni mucho menos ponerse a agitar celebratoriamente los brazos como faisán en celo. Hasta a mí me ha pasado que, creyéndome que he plantado un beso digno del libro de Guinness, luego, orgulloso, he preguntado: “Bueno, ¿y cómo estuvo eso?”.
La respuesta puede doler más que cualquier gancho al mentón: “Ay, yo esperaba algo más, a decir verdad”.

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